Cualquier persona que pretende acceder al poder sin primeramente pasar por el proceso formativo de Dios es un siervo ilegítimo, no es un verdadero siervo del Señor Jesucristo. Vemos en la Escritura que muchas veces los hombres y mujeres de Dios fueron pasados por sufrimientos y padecimientos antes de acceder a puestos de autoridad. Un caso bien elocuente es el caso de Moisés que pasó cuarenta años en la corte egipcia y después el Señor lo llevó, a través de un proceso bien doloroso, al desierto y estuvo cuarenta años en el desierto sirviendo allí en una forma humilde como un pastor de ovejas, en silencio en el desierto, y sólo después de esos cuarenta años de preparación el Señor lo llama a la tercera parte de su vida, que era la vida de un hombre de estado, un siervo de Dios que habría de dirigir a todo el pueblo de Dios desde Egipto a la Tierra Prometida, pero primero tenía que pasar por ese proceso.